Escuché muchas voces, todas lastimosas, débiles, decían sus nombres lo más fuerte que podían. Las mujeres que no lograba ver llevaban más días que yo en ese lugar, comiendo poco, casi sin agua.. tenían las esperanzas rotas. Una a una fueron aclarando sus nombres entre la penumbra, no pude contarlas pues me concentraba en no llorar. Semanas, días, meses.. la historia se repetía, un nombre seguido de un espeluznante número que representaba su cautiverio. Jamás en mi vida las había visto, no tenía nada en común con ellas hasta ese momento, en que todas nos encontramos aprisionadas por aquél hombre sin rostro. Jamás había cruzado palabras con ellas, pero en ese momento sentí la terrible necesidad de salir de ahí y abrazarlas a todas, tomarlas a todas y correr lejos. Eramos todas prisioneras de un demente.
Yo llevaba apenas unas horas, la mayor parte del tiempo estuve media drogada, no sé con qué. De pronto la puerta de ese pequeño espacio, imposible de llamar cuarto, se abrió de golpe. Él respiraba agitadamente, enfadado. Yo había roto una de sus reglas: no pedir ayuda. Se acercó a mi impetuoso y habló calmo pero con fuerza.
- Te dije que no pidieras ayuda. Mis reglas son simples: no grites, no pidas ayuda, no intentes escapar. No creo que sea difícil de entender.-
Yo estaba en el suelo, las drogas no me permitían mantenerme en pie, él se puso a mi altura y acercó su boca a mi oído.
- Te amo, debes saberlo. Y es porque te amo que debo tenerte. No vuelvas a hacer algo como eso, me decepcionarías.-
Sus palabras sonaban, aunque parezca increíble, sinceras. En su voz no habían matices de engaño, sino de un puro amor. Se levanto lento, como agotado por mi imprudencia y entonces respiró hondo.
- No debería darte lo que te daré, pero creo que si te muestro gentileza entenderás que es mejor estar conmigo y no en mi contra. No te conviene estar en mi contra.-
Entonces me tomó las muñecas fuertemente y me lanzó sobre la cama, un armazón viejo y gastado de madera con un colchón raído por el tiempo. El movimiento fue demasiado rápido para mis atormentados sentidos, las paredes se desfiguraron ante mis ojos como velas derretidas, el suelo era el cielo.. ¿Y el cielo?
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