jueves, septiembre 27, 2012

No pude evitarlo.. sentí entrar en mi el frío aliento de la angustia y no supe como combatirlo. Se me aprisionó el corazón contra sus paredes, se me quedó la respiración atascada, no pude sino llevar mis manos a mi pecho y rogar que terminara luego la tortura.
Dos lágrimas quisieron escapar de mis ojos, rebeldes a mis deseos de mantener la compostura, porque aunque sola, no quería llorar.
Dos lágrimas me dieron la batalla, y cuando identifiqué quién estaba detrás de ellas un miedo terrible hizo estragos en mis fuerzas. Aquellas dos desgraciadas libraron sus amarras y recorrieron mis mejillas entre sollozos, quemando a su paso mi voluntad por mantenerme firme.

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