No pude evitarlo.. sentí entrar en mi el frío aliento de la angustia y no supe como combatirlo. Se me aprisionó el corazón contra sus paredes, se me quedó la respiración atascada, no pude sino llevar mis manos a mi pecho y rogar que terminara luego la tortura.
Dos lágrimas quisieron escapar de mis ojos, rebeldes a mis deseos de mantener la compostura, porque aunque sola, no quería llorar.
Dos lágrimas me dieron la batalla, y cuando identifiqué quién estaba detrás de ellas un miedo terrible hizo estragos en mis fuerzas. Aquellas dos desgraciadas libraron sus amarras y recorrieron mis mejillas entre sollozos, quemando a su paso mi voluntad por mantenerme firme.
jueves, septiembre 27, 2012
martes, septiembre 25, 2012
sábado, septiembre 22, 2012
entender-me
No supe identificar lo que decían.
Miré hasta sentir que me ardían los ojos, observé cada detalle del iris, cada cambio de la pupila, cada sombra, cada luz. Por horas no hice más que observar sin mover un solo músculo, intentando descifrar aquello que yacía detrás de ese color extraño, tan difícil de describir para mi.
Los ojos algo ocultaban ahí, donde miraba desde hacía tanto. No noté como el tiempo se me fue intentando descubrir aquello escondido cuando el sol se ocultó y se llevó con él la luz que a mi me permitía indagar.
Ahí terminó mi búsqueda de explicaciones, de razones, de significados... No pude entender la pena que había en mis propios ojos ese día, no pude llegar más allá de lo que el reflejo me mostraba.
Al anochecer mi rostro me devolvía en el espejo una expresión derrotada, aún más penosa que antes.
miércoles, septiembre 12, 2012
martes, septiembre 11, 2012
Oscuro [primera parte]
Escuché muchas voces, todas lastimosas, débiles, decían sus nombres lo más fuerte que podían. Las mujeres que no lograba ver llevaban más días que yo en ese lugar, comiendo poco, casi sin agua.. tenían las esperanzas rotas. Una a una fueron aclarando sus nombres entre la penumbra, no pude contarlas pues me concentraba en no llorar. Semanas, días, meses.. la historia se repetía, un nombre seguido de un espeluznante número que representaba su cautiverio. Jamás en mi vida las había visto, no tenía nada en común con ellas hasta ese momento, en que todas nos encontramos aprisionadas por aquél hombre sin rostro. Jamás había cruzado palabras con ellas, pero en ese momento sentí la terrible necesidad de salir de ahí y abrazarlas a todas, tomarlas a todas y correr lejos. Eramos todas prisioneras de un demente.
Yo llevaba apenas unas horas, la mayor parte del tiempo estuve media drogada, no sé con qué. De pronto la puerta de ese pequeño espacio, imposible de llamar cuarto, se abrió de golpe. Él respiraba agitadamente, enfadado. Yo había roto una de sus reglas: no pedir ayuda. Se acercó a mi impetuoso y habló calmo pero con fuerza.
- Te dije que no pidieras ayuda. Mis reglas son simples: no grites, no pidas ayuda, no intentes escapar. No creo que sea difícil de entender.-
Yo estaba en el suelo, las drogas no me permitían mantenerme en pie, él se puso a mi altura y acercó su boca a mi oído.
- Te amo, debes saberlo. Y es porque te amo que debo tenerte. No vuelvas a hacer algo como eso, me decepcionarías.-
Sus palabras sonaban, aunque parezca increíble, sinceras. En su voz no habían matices de engaño, sino de un puro amor. Se levanto lento, como agotado por mi imprudencia y entonces respiró hondo.
- No debería darte lo que te daré, pero creo que si te muestro gentileza entenderás que es mejor estar conmigo y no en mi contra. No te conviene estar en mi contra.-
Entonces me tomó las muñecas fuertemente y me lanzó sobre la cama, un armazón viejo y gastado de madera con un colchón raído por el tiempo. El movimiento fue demasiado rápido para mis atormentados sentidos, las paredes se desfiguraron ante mis ojos como velas derretidas, el suelo era el cielo.. ¿Y el cielo?
Yo llevaba apenas unas horas, la mayor parte del tiempo estuve media drogada, no sé con qué. De pronto la puerta de ese pequeño espacio, imposible de llamar cuarto, se abrió de golpe. Él respiraba agitadamente, enfadado. Yo había roto una de sus reglas: no pedir ayuda. Se acercó a mi impetuoso y habló calmo pero con fuerza.
- Te dije que no pidieras ayuda. Mis reglas son simples: no grites, no pidas ayuda, no intentes escapar. No creo que sea difícil de entender.-
Yo estaba en el suelo, las drogas no me permitían mantenerme en pie, él se puso a mi altura y acercó su boca a mi oído.
- Te amo, debes saberlo. Y es porque te amo que debo tenerte. No vuelvas a hacer algo como eso, me decepcionarías.-
Sus palabras sonaban, aunque parezca increíble, sinceras. En su voz no habían matices de engaño, sino de un puro amor. Se levanto lento, como agotado por mi imprudencia y entonces respiró hondo.
- No debería darte lo que te daré, pero creo que si te muestro gentileza entenderás que es mejor estar conmigo y no en mi contra. No te conviene estar en mi contra.-
Entonces me tomó las muñecas fuertemente y me lanzó sobre la cama, un armazón viejo y gastado de madera con un colchón raído por el tiempo. El movimiento fue demasiado rápido para mis atormentados sentidos, las paredes se desfiguraron ante mis ojos como velas derretidas, el suelo era el cielo.. ¿Y el cielo?
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