Silencio.
Por mi ventana se cuelan pedazos del mundo… valientes… incoherentes. Si miro… techos, barrotes, un foco viejo y solitario y el cielo inmensamente oscuro y desprovisto de estrellas. Si escucho… el ruido de la calle principal alcanza mis oídos, buses de trasnoche, autos corriendo a sus casas… o escapando de ellas, un motor desenfrenado de vez en cuando, una bocina… pero increíblemente todo eso parece ínfimo, lejano en comparación con el canto del único grillo que escucho esta noche. Su canto incansable, repetitivo, monótono inunda mi cabeza haciendo eco en mis ideas… no logro aclarar si es su canto el melancólico o soy yo. Si huelo solo sufro con el olor a fierro oxidado y cemento que siento… por ni un lado hay rastro de naturaleza que puedan albergar a mi amigo cantor.
Quiero cerrar la ventana, pero algo dice que me arrepentiré luego. Quiero cerrarla… a la mierda, la cerré…
Encuentro el algo por el cual me arrepiento de haberla cerrado. El silencio ahora es solitario, no tengo la compañía de la calle ni a mi infatigable cantor nocturno. El único sonido que aliviana mi soledad ahora es el lápiz rasgando el papel mientras escribo… no quiero parar.
Tengo a mi lado un notebook con una lista de reproducción esperándome, pero no quiero recurrir a ella… se que esa música me recuerda a… -… mierda… me recuerda a ti.
Como todas las noches, no he podido evitar pensar en ti. No es que me moleste, pero si frustra tener que restringirme a mis recuerdos cuando lo quiero es tu contacto en medio de la noche… me apena tener que imaginar que respiras a mi lado para poder cerrar los ojos tranquila… me agobian los sueños en donde te tengo dormida entre mis brazos, y los muchos despertares en que me descubro sola en esta cama, en esta pieza, en esta casa... que ya no se sienten como mías.
Aun con la ventana cerrada escucho un casi choque y un avión que vuela bajo… pero mis oídos ya se cansaron de prestar atención a detalles, a nimiedades, me voy a entregar a la música, a los recuerdos… A TI.
martes, junio 29, 2010
son segundos
Su caricia y la mía. Nuestros cuerpos siendo uno, sintiendo como uno… vibrando. La sensación de volar cuando ella en un suspiro dice todo y pide más. Cuando con mis besos la cubro e intento hacerla volar también, compartir las alas que ella me regaló.
Cuando capto su calor en mi piel, y siento que es por ese calor que vivo y siento… y revivo. Cuando en apenas unos minutos nos entregamos… como si se nos fuera la vida en unos minutos… o como si la vida real, esa que sentimos hasta la última célula, fueran tan solo aquellos minutos en que, desesperadas por cercanía, besamos, acariciamos… vivimos.
Cuando capto su calor en mi piel, y siento que es por ese calor que vivo y siento… y revivo. Cuando en apenas unos minutos nos entregamos… como si se nos fuera la vida en unos minutos… o como si la vida real, esa que sentimos hasta la última célula, fueran tan solo aquellos minutos en que, desesperadas por cercanía, besamos, acariciamos… vivimos.
lunes, junio 28, 2010
Un beso planteó el trato entre ella. El beso puro, casi casto en un principio, cambio para dar paso libre a sus verdaderas intenciones. Sus bocas unidas ya no hablaban con palabras, si no con movimientos, que son el reflejo puro de los deseos.
Deseo… era precisamente eso lo que los había llevado a la situación tal. Un beso… otro, y sus manos sujetaban a la otra con firmeza... un beso, solo uno más y esa suerte de sueño no quería acabar.
Sabían las dos que ese beso era el comienzo de otros más, pero era un comienzo tan exquisito que no debía terminar.
Sabían ambas que debían partir, pero la responsabilidad parecía ínfima en el instante aquel en que con un beso, amaban.
Sabían bien ambas la realidad que les deparaba ahora la fortuna, sabían la suerte de tenerse, sabían el cariño… sabían a la otra, que con ojos esquivos decía te quiero, que con roces calmos hablaba, que con cercanías tempranas miraba.
Deseo… era precisamente eso lo que los había llevado a la situación tal. Un beso… otro, y sus manos sujetaban a la otra con firmeza... un beso, solo uno más y esa suerte de sueño no quería acabar.
Sabían las dos que ese beso era el comienzo de otros más, pero era un comienzo tan exquisito que no debía terminar.
Sabían ambas que debían partir, pero la responsabilidad parecía ínfima en el instante aquel en que con un beso, amaban.
Sabían bien ambas la realidad que les deparaba ahora la fortuna, sabían la suerte de tenerse, sabían el cariño… sabían a la otra, que con ojos esquivos decía te quiero, que con roces calmos hablaba, que con cercanías tempranas miraba.
jueves, junio 17, 2010
vive (:
ve, escucha, huele, siente
textura, color, luz o sombra
o un poco de los dos
vive, disfruta
siente otra vez como si fuera la primera
aprecia el brillo de la naturaleza
o contempla una genialidad en cemento
siente ritmos, pulsos,
haz musica al compas de tu corazón
baila al paso del tiempo
y aún asi siguiendo solo TU paso
mueve tu interior en conjunto con tu imagen
cambia
y sin embargo permanece igual ... es diferente ... es nuevo ... viejo .. conocido .. indiferente ?? ... jamás
sigue cn tu existencia y complacete de ella
como si fuera una obra más
una más ??
no, la mejor de ellas
porque en esta obra estas tu
tal cual eres
con detalles, con luz
y también sombra
con tu color, o a veces la falta de este
con tu intrincado ritmo
que despues de todo solo tu puedes seguir
con tu compas original
con tu pulso vivo en cada instante
y con tu movimiento
porque la vida es eso ... movimiento
textura, color, luz o sombra
o un poco de los dos
vive, disfruta
siente otra vez como si fuera la primera
aprecia el brillo de la naturaleza
o contempla una genialidad en cemento
siente ritmos, pulsos,
haz musica al compas de tu corazón
baila al paso del tiempo
y aún asi siguiendo solo TU paso
mueve tu interior en conjunto con tu imagen
cambia
y sin embargo permanece igual ... es diferente ... es nuevo ... viejo .. conocido .. indiferente ?? ... jamás
sigue cn tu existencia y complacete de ella
como si fuera una obra más
una más ??
no, la mejor de ellas
porque en esta obra estas tu
tal cual eres
con detalles, con luz
y también sombra
con tu color, o a veces la falta de este
con tu intrincado ritmo
que despues de todo solo tu puedes seguir
con tu compas original
con tu pulso vivo en cada instante
y con tu movimiento
porque la vida es eso ... movimiento
miércoles, junio 16, 2010
Deseos
Solo la vi. Sus ojos de café me atraparon en ese momento exacto Estaba tratando de acercarme cuando ella me vio también, por un segundo nuestras miradas se toparon, por solo un segundo, pero logró hacer que mi sangre hirviera en mis venas. Sentí como el color llenaba mis mejillas y arrepentida aparté mi mirada, sobrepasada por la vergüenza.
No alcancé ni a pensar en volverme a verla cuando sentí un frío tacto en mi espalda descubierta (mi vestido de gala resultaba bastante provocativo y, muy a mi pesar, el de ella también), al darme vuelta me topo de lleno con ese extraño brillo caoba que hace dos segundos juraba que estaba al otro lado de la sala. Sin palabras ahí me quedé, paralizada y maravillada a la vez. Entonces ella preguntó: ¿Nos conocemos? Esa voz. Juro que no he vuelto ha escuchar otra voz tan perfecta como esa, tan suave y impactante a la vez. Apenas me habló en un susurro, pero fue increíblemente penetrante.
Me tomó unos segundos recuperar la compostura, además del habla, para contestar a su interrogante. Fue así como comenzamos a conocernos. Su nombre era Tania. Tenía apenas 19, pero tenía la sabiduría y el desplante de una vida entera. En sus jóvenes ojos se hallaba una intensidad desconcertante. En lo míos cuando estaba con ella era bastante obvia la admiración y el constante caudal de preguntas que fluían más allá de mi control.
Pasamos horas al día juntas, hablando tanto de trivialidades como del sentido de la vida misma... hablábamos como si fuéramos a arreglar el mundo con ello. Pasamos así días, semanas, meses, y para cuando me detuve a pensar ya no sabía bien cuando la había conocido, estaba tan ligada su presencia a la mía que me era difícil en extremo ponerme en la posición de vida diaria sin ella al lado. Tania se había vuelto fundamental para mí. Intenté comprender mi gran apego hacia ella, pero para mi desgracia solo contribuyó a perderme más en mi búsqueda.
Un día estando las dos sentadas en paz, en silencio, me atacaron de nuevo las interrogantes que por las noches me quitaban el sueño. “¿Por qué preguntaste si nos conocíamos si sabías que no era así?”, pregunté como si preguntara por el clima. Sus ojos profundos se hundieron en el interior de sus pensamientos para hallar así la respuesta, supongo que revivió esa noche y ante la idea me sonrojé, había estado muy nerviosa la primera vez que hablamos. De pronto su mirada volvió al presente y me observó divertida por mi creciente calor facial, “La verdad… no sabía como empezar a hablarte... solo sabía que tenía que hacerlo... algo en ti me llamaba” dijo con despreocupación, como si hubiera contestado “nublado”. Ante eso todo un nuevo torrente de preguntas hizo estragos mi concentración, y esto se vio reflejado en mi cara supongo pues me quedó mirando con esa expresión suya que dice “habla ya, estoy esperando”. Intenté controlar mi respiración, agitada ya ante la idea de que un ser casi perfecto y sumamente interesante como ella se fijara en mi de manera especial... No es que sea un gran detalle, pero supongo que es mejor aclararlo, soy lesbiana, por lo tanto podrás imaginar el desastre existente en mi sistema nervioso ante la presencia de una mujer exquisita en cada sentido de la palabra. Sin éxito alguno en la batalla por tranquilizarme me dije que era el momento de confesarle este detalle a la que ahora era mi mejor amiga y objeto de mi deseo. Junté todo el valor que tenía y me lancé como kamikaze, segura de que obtendría como mínimo un silencio seguido de un adiós y como máximo una sarta de garabatos irreproducibles seguidos de una teatral despedida finalizada por algo así como un “no quiero verte nunca más ni la sombra!!”. Petrificada ante estos posibles desenlaces que mi cerebro había conjugado sin mi autorización ella tuvo que recurrir a palabras de aliento para hacerme hablar de nuevo, y, bueno, recuperar el color de la cara.
Luego de minutos interminables de insistencia me rendí y hablé despacio, procurando que cada palabra fuera absorbida por mi acompañante, pero intentando que las mismas no dañaran tanto a su paso por ella. “Tania... somos amigas, cierto?”, ante esta pregunta fue ella la que quedó helada. Se acomodó en su lugar, intentando recuperar la compostura y esperó por más. “Se que esto no es común, y muy probablemente inesperado también, pero debes saber que no soy como cualquier otra mujer de por aquí”, luego de dicha esta frase su expresión se desencajó aún más, como intentado agarrar por alguna parte el difuso hilo de conversación que yo le extendía. Me miró, ahora si, realmente extrañada, pero había algo más en sus ojos, algo que brillaba en el fondo pero que, al mismo tiempo, era reprimido también. Era a veces ese brillo el que me hacía tener algunas esperanzas vagas con ella. Decidí que si ya había llegado hasta ahí, no haría gran diferencia ahora el soltar la verdad completa. Restregué mis manos heladas contra los jeans para eliminar un poco la tensión y respiré hondamente para lograr un tono de voz acompasado. “No se cómo lo tomarás todo esto, pero espero que gracias a la amistad que tenemos hoy mañana me mires y me trates igual que siempre... Se que debes estar perdida en esta conversación, pero todo se aclarará, en serio. Lo que pasa es queeee... ” añadí un momento de suspenso solo para darle un respiro a la pobre, no quería matarla de la impresión con lo que ya era una declaración. “Lo que pasa es que me gustas, y mucho realmente... no sé cuándo ni cómo empezó… solo sé que un día pasaste de ser la amiga a ser la preocupación de cada día, cómo estabas, donde estabas, que ha- .. ” su mano, fría al igual que la mía, cortó mi ya completamente descontrolado y frenético monólogo. Sus ojos se encontraban tan sorprendidos como los míos por lo impulsivo de mi discurso. Permanecí en silencio mientras con su mano mantenía a raya mi locura... estaba al borde de la locura en aquella situación, si ella sacaba su mano, al segundo siguiente me encontraría pidiendo disculpas por mi desubicación. Pero algo cambió de pronto el escenario. Su sonrisa, esa que yo suponía aparecería llena de compasión o de amargura dependiendo de que tan mala fuera la situación, me sorprendió por su repentina calidez y... ¿comprendimiento?... Debía estar de verdad loca si creía ver en sus facciones empatía. Más me sorprendí cuando al silencio de la estancia le aportó su sonora risa, aún con su mano en mi boca, aún evitando que yo me disculpara por mi errático actuar. Levantó de pronto aquellos ojos cafés y se unieron a los míos por interminables segundos, minutos... un tiempo que parecía no avanzar se extendió, rodeándonos de privacidad y magia. La vergüenza mía paso repentinamente a segundo plano cuando en un susurro soltaste aquello que jamás esperé, pero que de verdad ansiaba. “También me causas algo especial Tané... no sabes desde hace cuanto guardo esto”, dijo lo último con una sonrisa iluminándole ese rostro de niña que tiene. No podía creer mi suerte... es que... ¿qué tan probable era que alguien correspondiera mi sentimiento alguna vez?, la verdad yo jamás me lo esperé de nadie. Pero ahí me encontraba, junto a la mujer que en ese momento me gustaba, correctamente correspondida en sentimiento... ¿sería lo mismo en intención?, me aventuré a soñar ante la perspectiva de Tania como mi pareja, y debo reconocer que realmente me gustó mucho aquella imagen, por lo cual continué en mi sinuosa algarabía de palabras. “Es... impresionante escuchar eso, no sabes cuanto... pero me gustaría saber... ¿Crees posible que... nosotras dos... en un futuro...pareja?”, no logré articular más palabra... la repentina sensación de ir muy rápido por un túnel sin salida me dejó sin aire... y sin neuronas también. Tania era la que ahora se notaba nerviosa, sonrojada escondió sus ojos bajando la mirada, imponiendo una cortina con su pelo rojizo.
Guardó silencio por lo que pareció una eternidad, hasta que mi impaciencia obró y solté algo disgustada “¿Podrías por favor decir algo?... los nervios me están matando”, y para que decir la vergüenza pensé para mi. Salió como de un trance muy profundo y me miró desconcertada. Sin cambiar lo más mínimo su expresión habló “Lo siento, es que... me has tomado por sorpresa... ¿en un futuro... las dos?... la verdad... ” contuve el aliento todo el segundo que ella se pensó la respuesta “… si... lo veo muy posible” dijo soltando todo el aire de sus pulmones. En ese momento era yo la que no podía hilar nada ya, y me hundí en mis pensamiento cuando en realidad lo que quería era saltar, gritar, bailar y luego besarla. Decidí que no tenía por qué esperar a nada, respire solo una vez antes de determinar que si ya había confesado y no me habían echado (de hecho me habían correspondido) nada más podía salir mal. En plan de urgencia acoplé todo mi valor a mi determinación de jugarme cada carta que tenía... y que no tenía también, seguí un repentino calorcillo que se me movía en el pecho y me acercaba de a poco a ella. Tome su rostro entre mis manos... y podía sentir su calor que también la guiaba hacia mí. La miré por primera vez sin un torrente de preguntas… solo existía cariño y deseo.
Fui al encuentro de nuestros labios y…
Desperté.
Así fue como esa noche mi cabeza me jugó otra mala pasada con aquella mujer que solo vi una vez… al otro lado del salón.
No alcancé ni a pensar en volverme a verla cuando sentí un frío tacto en mi espalda descubierta (mi vestido de gala resultaba bastante provocativo y, muy a mi pesar, el de ella también), al darme vuelta me topo de lleno con ese extraño brillo caoba que hace dos segundos juraba que estaba al otro lado de la sala. Sin palabras ahí me quedé, paralizada y maravillada a la vez. Entonces ella preguntó: ¿Nos conocemos? Esa voz. Juro que no he vuelto ha escuchar otra voz tan perfecta como esa, tan suave y impactante a la vez. Apenas me habló en un susurro, pero fue increíblemente penetrante.
Me tomó unos segundos recuperar la compostura, además del habla, para contestar a su interrogante. Fue así como comenzamos a conocernos. Su nombre era Tania. Tenía apenas 19, pero tenía la sabiduría y el desplante de una vida entera. En sus jóvenes ojos se hallaba una intensidad desconcertante. En lo míos cuando estaba con ella era bastante obvia la admiración y el constante caudal de preguntas que fluían más allá de mi control.
Pasamos horas al día juntas, hablando tanto de trivialidades como del sentido de la vida misma... hablábamos como si fuéramos a arreglar el mundo con ello. Pasamos así días, semanas, meses, y para cuando me detuve a pensar ya no sabía bien cuando la había conocido, estaba tan ligada su presencia a la mía que me era difícil en extremo ponerme en la posición de vida diaria sin ella al lado. Tania se había vuelto fundamental para mí. Intenté comprender mi gran apego hacia ella, pero para mi desgracia solo contribuyó a perderme más en mi búsqueda.
Un día estando las dos sentadas en paz, en silencio, me atacaron de nuevo las interrogantes que por las noches me quitaban el sueño. “¿Por qué preguntaste si nos conocíamos si sabías que no era así?”, pregunté como si preguntara por el clima. Sus ojos profundos se hundieron en el interior de sus pensamientos para hallar así la respuesta, supongo que revivió esa noche y ante la idea me sonrojé, había estado muy nerviosa la primera vez que hablamos. De pronto su mirada volvió al presente y me observó divertida por mi creciente calor facial, “La verdad… no sabía como empezar a hablarte... solo sabía que tenía que hacerlo... algo en ti me llamaba” dijo con despreocupación, como si hubiera contestado “nublado”. Ante eso todo un nuevo torrente de preguntas hizo estragos mi concentración, y esto se vio reflejado en mi cara supongo pues me quedó mirando con esa expresión suya que dice “habla ya, estoy esperando”. Intenté controlar mi respiración, agitada ya ante la idea de que un ser casi perfecto y sumamente interesante como ella se fijara en mi de manera especial... No es que sea un gran detalle, pero supongo que es mejor aclararlo, soy lesbiana, por lo tanto podrás imaginar el desastre existente en mi sistema nervioso ante la presencia de una mujer exquisita en cada sentido de la palabra. Sin éxito alguno en la batalla por tranquilizarme me dije que era el momento de confesarle este detalle a la que ahora era mi mejor amiga y objeto de mi deseo. Junté todo el valor que tenía y me lancé como kamikaze, segura de que obtendría como mínimo un silencio seguido de un adiós y como máximo una sarta de garabatos irreproducibles seguidos de una teatral despedida finalizada por algo así como un “no quiero verte nunca más ni la sombra!!”. Petrificada ante estos posibles desenlaces que mi cerebro había conjugado sin mi autorización ella tuvo que recurrir a palabras de aliento para hacerme hablar de nuevo, y, bueno, recuperar el color de la cara.
Luego de minutos interminables de insistencia me rendí y hablé despacio, procurando que cada palabra fuera absorbida por mi acompañante, pero intentando que las mismas no dañaran tanto a su paso por ella. “Tania... somos amigas, cierto?”, ante esta pregunta fue ella la que quedó helada. Se acomodó en su lugar, intentando recuperar la compostura y esperó por más. “Se que esto no es común, y muy probablemente inesperado también, pero debes saber que no soy como cualquier otra mujer de por aquí”, luego de dicha esta frase su expresión se desencajó aún más, como intentado agarrar por alguna parte el difuso hilo de conversación que yo le extendía. Me miró, ahora si, realmente extrañada, pero había algo más en sus ojos, algo que brillaba en el fondo pero que, al mismo tiempo, era reprimido también. Era a veces ese brillo el que me hacía tener algunas esperanzas vagas con ella. Decidí que si ya había llegado hasta ahí, no haría gran diferencia ahora el soltar la verdad completa. Restregué mis manos heladas contra los jeans para eliminar un poco la tensión y respiré hondamente para lograr un tono de voz acompasado. “No se cómo lo tomarás todo esto, pero espero que gracias a la amistad que tenemos hoy mañana me mires y me trates igual que siempre... Se que debes estar perdida en esta conversación, pero todo se aclarará, en serio. Lo que pasa es queeee... ” añadí un momento de suspenso solo para darle un respiro a la pobre, no quería matarla de la impresión con lo que ya era una declaración. “Lo que pasa es que me gustas, y mucho realmente... no sé cuándo ni cómo empezó… solo sé que un día pasaste de ser la amiga a ser la preocupación de cada día, cómo estabas, donde estabas, que ha- .. ” su mano, fría al igual que la mía, cortó mi ya completamente descontrolado y frenético monólogo. Sus ojos se encontraban tan sorprendidos como los míos por lo impulsivo de mi discurso. Permanecí en silencio mientras con su mano mantenía a raya mi locura... estaba al borde de la locura en aquella situación, si ella sacaba su mano, al segundo siguiente me encontraría pidiendo disculpas por mi desubicación. Pero algo cambió de pronto el escenario. Su sonrisa, esa que yo suponía aparecería llena de compasión o de amargura dependiendo de que tan mala fuera la situación, me sorprendió por su repentina calidez y... ¿comprendimiento?... Debía estar de verdad loca si creía ver en sus facciones empatía. Más me sorprendí cuando al silencio de la estancia le aportó su sonora risa, aún con su mano en mi boca, aún evitando que yo me disculpara por mi errático actuar. Levantó de pronto aquellos ojos cafés y se unieron a los míos por interminables segundos, minutos... un tiempo que parecía no avanzar se extendió, rodeándonos de privacidad y magia. La vergüenza mía paso repentinamente a segundo plano cuando en un susurro soltaste aquello que jamás esperé, pero que de verdad ansiaba. “También me causas algo especial Tané... no sabes desde hace cuanto guardo esto”, dijo lo último con una sonrisa iluminándole ese rostro de niña que tiene. No podía creer mi suerte... es que... ¿qué tan probable era que alguien correspondiera mi sentimiento alguna vez?, la verdad yo jamás me lo esperé de nadie. Pero ahí me encontraba, junto a la mujer que en ese momento me gustaba, correctamente correspondida en sentimiento... ¿sería lo mismo en intención?, me aventuré a soñar ante la perspectiva de Tania como mi pareja, y debo reconocer que realmente me gustó mucho aquella imagen, por lo cual continué en mi sinuosa algarabía de palabras. “Es... impresionante escuchar eso, no sabes cuanto... pero me gustaría saber... ¿Crees posible que... nosotras dos... en un futuro...pareja?”, no logré articular más palabra... la repentina sensación de ir muy rápido por un túnel sin salida me dejó sin aire... y sin neuronas también. Tania era la que ahora se notaba nerviosa, sonrojada escondió sus ojos bajando la mirada, imponiendo una cortina con su pelo rojizo.
Guardó silencio por lo que pareció una eternidad, hasta que mi impaciencia obró y solté algo disgustada “¿Podrías por favor decir algo?... los nervios me están matando”, y para que decir la vergüenza pensé para mi. Salió como de un trance muy profundo y me miró desconcertada. Sin cambiar lo más mínimo su expresión habló “Lo siento, es que... me has tomado por sorpresa... ¿en un futuro... las dos?... la verdad... ” contuve el aliento todo el segundo que ella se pensó la respuesta “… si... lo veo muy posible” dijo soltando todo el aire de sus pulmones. En ese momento era yo la que no podía hilar nada ya, y me hundí en mis pensamiento cuando en realidad lo que quería era saltar, gritar, bailar y luego besarla. Decidí que no tenía por qué esperar a nada, respire solo una vez antes de determinar que si ya había confesado y no me habían echado (de hecho me habían correspondido) nada más podía salir mal. En plan de urgencia acoplé todo mi valor a mi determinación de jugarme cada carta que tenía... y que no tenía también, seguí un repentino calorcillo que se me movía en el pecho y me acercaba de a poco a ella. Tome su rostro entre mis manos... y podía sentir su calor que también la guiaba hacia mí. La miré por primera vez sin un torrente de preguntas… solo existía cariño y deseo.
Fui al encuentro de nuestros labios y…
Desperté.
Así fue como esa noche mi cabeza me jugó otra mala pasada con aquella mujer que solo vi una vez… al otro lado del salón.
...
En un rinconsito del alma vivía a medio morir el amor que me quedaba. La ternura llegaba a veces a visitar mis actos, pero se había mudado ya de mi corazón pues éste, harto ya de las heridas, se había puesto una coraza de hierro y se había enfriado para dejar de sangrar. El cariño existía casi olvidado en mi inconsciencia y la inocencia era un pasado lejano ya.
Me habían robado gran parte de mi alegría... y la dicha de vivir era una idea incomprensible.
En esta carencia morir parecía un sueño.. un regalo ... y vivir era más una tortura... pero era inevitable al mismo tiempo... dejar de latir no era parte de los planes de mi estropeado corazón.
Me habían robado gran parte de mi alegría... y la dicha de vivir era una idea incomprensible.
En esta carencia morir parecía un sueño.. un regalo ... y vivir era más una tortura... pero era inevitable al mismo tiempo... dejar de latir no era parte de los planes de mi estropeado corazón.
Pasa que ...
Eran unos momentos a solas todo lo que necesitábamos... un cigarro talvez, y el silencio de la noche. La paz de estar juntas nos dio el ambiente, y la complicidad de las miradas la confianza suficiente para que me planteara el decírtelo ahí.
En uno de mis arrebatos más característicos me lancé a la vida ... pero tropecé con los nervios inesperados y el miedo... entonces quedé en pana de pánico a la mitad.
Tu mirada era inquisidora... con paciencia demandabas para ti las palabras que yacían apretadas en mi garganta. Pensaba yo “supieras cuanto quiero poder decirlas más tranquila!” pero un miedo me robaba la voz cada vez que lo intentaba. El miedo de que luego de dichas las palabras el viento se las llevara como hojas, el miedo que sonaran superfluas.
- Lo que pasa es que... – y se me cerraba el aire, como haciéndose sólido en mi
interior, incapaz de salir. Entonces avergonzada yo no podía sostener tu mirada y me refugiaba en tu hombro.
Pero con toda tu paz me envolvías suave, calmando un poco así mis nervios e
invitándome a continuar... con calma, a mi ritmo
- ¿Qué pasa?... dime – decías suave en un susurro casi a mi oído. Dejabas ver en
tus palabras el cariño, la preocupación y el interés por mi. Casi, solo casi, sin urgencia me dabas el valor para completar mi frase.
Me convencí de que era el momento y me preparé mentalmente para que, en el peor de los casos, la reacción tuya me atormentara.
- Pasa que te amo – solo eso logré decir... las palabras salieron rápidas de ansias, y
luego del te amo mi voz se quebró por la emoción y no pude seguir explicándome... así que puse todo mi amor y mi alma en mis ojos e intenté que vieras en ellos lo cierto y lo fuerte de mi sentimiento.
Sentí en ti algo como la gratificación... la dicha del que se sabe amado. Sentí en ti
calidez, y solo eso pudo tranquilizarme.
Ni en mis sueños pre-vi tu respuesta... reconozco que la ansiaba con el alma, pero nunca doy muchas alas a mis esperanzas... nunca me lo permito.
- Te amo también... y mucho – dijiste tu, luego de solo unos segundos.
La poca luz del lugar no me dejaba observarte bien, pero en tu voz la emoción gritaba las lágrimas que tu tanto retenías. A falta de luz para mis ojos, mis manos se dedicaron a ver tu rostro. Con mis yemas dibujé tus ojos, tu nariz, tus labios... cuando hacía mi camino por tu mejilla una lágrima me cortó el paso. Te miré otra vez, pero sabiéndote observada giraste tu cara rápida, escondiéndome lo más hermoso que había visto ese día. ¿Por qué lo hacías?... ¿Era vergüenza lo que sentías?.. busqué tu rostro con urgencia... necesitaba ver lo que mis palabras habían provocado, ver lo que aun no hablabas.
Me topé de pronto con tus ojos... brillaban aun.
Por entre tu vergüenza pude ver por primera vez amor... amor que desbordaba tu mirada y me invadía el pecho... volviéndolo de pronto más cálido.
En uno de mis arrebatos más característicos me lancé a la vida ... pero tropecé con los nervios inesperados y el miedo... entonces quedé en pana de pánico a la mitad.
Tu mirada era inquisidora... con paciencia demandabas para ti las palabras que yacían apretadas en mi garganta. Pensaba yo “supieras cuanto quiero poder decirlas más tranquila!” pero un miedo me robaba la voz cada vez que lo intentaba. El miedo de que luego de dichas las palabras el viento se las llevara como hojas, el miedo que sonaran superfluas.
- Lo que pasa es que... – y se me cerraba el aire, como haciéndose sólido en mi
interior, incapaz de salir. Entonces avergonzada yo no podía sostener tu mirada y me refugiaba en tu hombro.
Pero con toda tu paz me envolvías suave, calmando un poco así mis nervios e
invitándome a continuar... con calma, a mi ritmo
- ¿Qué pasa?... dime – decías suave en un susurro casi a mi oído. Dejabas ver en
tus palabras el cariño, la preocupación y el interés por mi. Casi, solo casi, sin urgencia me dabas el valor para completar mi frase.
Me convencí de que era el momento y me preparé mentalmente para que, en el peor de los casos, la reacción tuya me atormentara.
- Pasa que te amo – solo eso logré decir... las palabras salieron rápidas de ansias, y
luego del te amo mi voz se quebró por la emoción y no pude seguir explicándome... así que puse todo mi amor y mi alma en mis ojos e intenté que vieras en ellos lo cierto y lo fuerte de mi sentimiento.
Sentí en ti algo como la gratificación... la dicha del que se sabe amado. Sentí en ti
calidez, y solo eso pudo tranquilizarme.
Ni en mis sueños pre-vi tu respuesta... reconozco que la ansiaba con el alma, pero nunca doy muchas alas a mis esperanzas... nunca me lo permito.
- Te amo también... y mucho – dijiste tu, luego de solo unos segundos.
La poca luz del lugar no me dejaba observarte bien, pero en tu voz la emoción gritaba las lágrimas que tu tanto retenías. A falta de luz para mis ojos, mis manos se dedicaron a ver tu rostro. Con mis yemas dibujé tus ojos, tu nariz, tus labios... cuando hacía mi camino por tu mejilla una lágrima me cortó el paso. Te miré otra vez, pero sabiéndote observada giraste tu cara rápida, escondiéndome lo más hermoso que había visto ese día. ¿Por qué lo hacías?... ¿Era vergüenza lo que sentías?.. busqué tu rostro con urgencia... necesitaba ver lo que mis palabras habían provocado, ver lo que aun no hablabas.
Me topé de pronto con tus ojos... brillaban aun.
Por entre tu vergüenza pude ver por primera vez amor... amor que desbordaba tu mirada y me invadía el pecho... volviéndolo de pronto más cálido.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)