domingo, enero 02, 2011

promesas y noche

Su mano acariciaba la piel tersa, marfileña de su acompañante. El calor aquella noche de verano las tenía sumidas en un sopor lento, las olas a lo lejos se mecían sigilosas sobre la arena, cantando así una canción llena de murmullos que las cobijaban. Era la media noche y aún no dormían, seguían las dos con los ojos fijos en la otra, no hablaban.
Su mano acariciaba suave toda la piel que encontraba, sus dedos jugaban también con los rizos castaños de ella, ahora surcados por reflejos blancos de tiempo, se hundían en ellos con ligereza, llevaba tanto años acariciando la misma piel, mirando los mismo ojos, jugando con el mismo pelo… pero parecía que estos se hacían agua de mar y se iban tan rápidos como la espuma. Hacía más de 20 años habían jurados por primera vez estar juntas para siempre, y la promesa seguía en pie y tan fuerte como el día aquel, que se perdía de a poco en mareas de tiempo, pero que jamás era olvidado.
Sus ojos observaban con detalle a su compañera, ansiosos de memorizar cada detalle, como por ejemplo el brillo de la piel bajo aquella luna vieja de verano, o como la respiración de su amada aquella noche movía lento su cuerpo, dándole un ritmo acompasado para contar el paso del tiempo, o también memorizar los ojos de ella aquella noche calma, o sus manos que la rodeaban ligera, o sus piernas que la envolvían y la hacían su presa, o los labios tan suyos que la hacían delirar, o su cuello que parecía no tener fin cuando lo besaba… o todo.
Sus labios la habían besado durante tanto tiempo… y les quedaba aun más por delante. Tenían una vida juntas y aun les quedaba un futuro con el cual soñar. Aquella noche templada de verano volvieron a repetir sus promesas, volvieron a amarse como lo habían hecho siempre, sintiéndose una mujer completa y no dos con medias-vidas. Con aquella luna como testigo ellas se miraron una vez más, llenas de amor, llenas de deseo. El mar refugió sus palabras y las fundió con la eternidad azul, el cielo las contempló emocionado y cada una de las estrellas de esa noche fue testigo del amor entre las dos. Podrían pasar más años aun desde que sus voces se unieron en promesas, pero el mar, el cielo, la luna y las estrellas seguirían recordando a aquella pareja que una vez, en una noche de verano, les mostró que el amor eterno si existe.